lunes, 2 de abril de 2018

Flipped Classroom y creatividad

Vivimos tiempos convulsos, en los que, como docentes, vemos que el sistema educativo actual nos brinda un proceso de enseñanza- aprendizaje bastante inflexible y desconectado de los cambios tan rápidos de nuestra sociedad. 

Así mismo, nuestro alumnado tiene que ser capaz de desarrollar sus conocimientos y competencias para poder desenvolverse en un futuro no muy lejano tanto social como laboralmente.  Pero para ello necesitan de nuestra ayuda; pero ¿Cómo? Tenemos que fomentar modelos de enseñanza basados en el alumnado. El docente tiene que pasar a ser un facilitador de aprendizaje, mientras tanto, el alumnado tiene que tomar las riendas de su aprendizaje e involucrarse en la consecución de sus metas.

Y es aquí donde entra en juego el modelo Flipped Classroom, ya que otorga al docente dos cosas fundamentales: el tiempo y la flexibilidad necesaria para crear el ambiente centrado en el alumno que éste necesita en su aprendizaje.

¿Fomenta el modelo Flipped Classroom  la creatividad? Desde luego que si, ya que nuestro alumnado recibe ahora la información en su casa y elabora en clase su propio aprendizaje de acuerdo a sus propios objetivos, ritmo y capacidad, consiguiendo con ello un aprendizaje más intenso mediante la experimentación e interacción con el resto de sus compañeros y el profesor.

Alumno trabajando en clase con padlet (pizarra colaborativa)


Estamos asistiendo a un nuevo orden mundial, en el que se  plantean nuevas demandas a nuestro sistema educativo ya que, la adaptación a la actual sociedad globalizada y en cambio continuo, pasa por fomentar entre nuestro alumnado el desarrollo de su pensamiento creativo y su capacidad de decidir frente a los cambios. Por ello, una de nuestras mayores responsabilidades en este nuevo paradigma educativo es la de activar el interés de los alumnos por aprender y desarrollar sus capacidades imaginativas.
¿Cómo se relaciona esta creatividad con el alumnado que plantea dificultades de aprendizaje?
De una forma más sencilla que con el método tradicional, pues el alumno tiene la suficiente autonomía para decidir la forma, el ritmo y la calidad de su aprendizaje, así como las  distintas estrategias motivacionales. La responsabilidad del aprendizaje se comparte a partes iguales entre el docente y su alumnado, pero sin dejar de ser éste el protagonista.

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